Sólo en Turquía se registraron más de 25 ataques terroristas entre 2015 y 2016, la mayoría en el sur y sureste del país, en las regiones fronterizas, dirigidos contra militares y policías. Sin embargo, también se produjeron sangrientos ataques en Estambul y Ankara, capitales comercial y política, respectivamente, con numerosas víctimas fatales.
La detonación de un carro bomba y el ataque suicida en los alrededores del estadio del club de futbol Besiktas, uno de los más populares de Turquía, causó 38 muertos y más de 100 heridos. La mayoría de los afectados son policías, civiles, fanáticos del futbol o simples transeúntes, ningún nombre o apellido famoso.
Según las autoridades turcas, los ataques fueron planificados y perpetrados por la organización Halcones de la Libertad del Kurdistan (TAK), escisión o ramificación del PKK, organización también kurda que es considerada terrorista por Ankara, la Unión Europea y Washington.
Poco después de ese ataque, fue asesinado el Embajador ruso en Ankara. Su verdugo gritó consignas que parecían sacadas de AFP, AP, Reuters o cualquier otra agencia occidental de noticias. El asesino clamó en favor de “los niños y las mujeres sirias en Alepo“, ciudad que durante cinco años fue bastión de los “rebeldes” que intentan derrocar al presidente de Siria, Bashar Al Assad.
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